domingo, 20 de febrero de 2011

Leyendas de Amor y Desamor, Capítulo 2


Las lágrimas nunca se evaporan porque están hechas de sentimientos y los sentimientos son eternos. 
Quiero tu piel para guardarla en mi clóset 
Tus ojos para verlos a través del espejo 
Tus manos para acariciarlas cuando esté dormido 
Tus labios para comerlos sin reparo 
Tu cuerpo para mirarlo desde dentro. 
Pero tu corazón, tu corazón para tenerlo siempre conmigo. 
Pasaron los días y los meses de un largo año, yo olvide a esa mujer, pero mi corazón la recordaba, llegamos a tercer año en un abrir y cerrar de ojos y fue entonces que la conocí, por segunda vez. 
La vida es de tonos de gris cuando no sabes que hacer. 
Llegué a los 17, casi sin respirar desde los 16, para este tiempo ya conocía un poco más de la vida, principalmente descubrí una de las cosas que marcarían mi personalidad por el resto de mis días; comprendí que un verdadero ser humano no se retracta de sus palabras, no cambia de opinión y protege sus valores a costa de su vida. 
Hagamos un pequeño paréntesis, solo para ver cómo es que llegué a este punto y hablemos de lo que pasó antes para que podamos entender el después; hablemos de Arlette. 
Arlette era mi amiga de la infancia, pero siempre hubo cierta tensión sexual muy presente entre los 2, a ella la conocí cuando apenas tenía 8 años, íbamos a un club deportivo juntos y nos divertíamos. Paso el tiempo, crecimos, nos dejamos de ver como amigos pero nunca nos convertimos en algo más. 
Sucede que Arlette siempre me dijo que si, pero nunca me dijo cuándo. Hasta este momento mis únicas interacciones con una persona del sexo opuesto habían sido iniciadas por ellas mismas, básicamente conocía lo mismo de mujeres que un político de honestidad; en fin, Arlette, estoy seguro que sin querer (si porque así de ingenuo soy), fue la mujer más vil y despiadada que cualquier hombre pudiese conocer y yo, el hombre más patético que la tierra pudo haber procreado. 
Cuando tenía apenas mozos 14 empecé a "cortejar" a Arlette de forma más directa, le compraba pequeños obsequios y le hacía grandes detalles, estaba enamorado cual estriper se enamora del dinero, por qué el ejemplo de la estriper, simple, yo también perdí mi dignidad en este enamoramiento. 
Empezó entonces una época prolífica para mi escritura, la poesía fluía de mis poros y con la ayuda de mis hormonas de perro en celo caí ante su encanto y pase 2 años enteros tratando de ser correspondido, nunca hubo tal. 
Arlette sin embargo me dio dos importantes cosas, la primera fue que me enseño la forma correcta de seducir, me enseñó que una mujer no responde al objeto como al detalle y no responde al detalle como al despecho (así de críptico es este negocio); la segunda cosa que esta despiadada arpía me dio fueron LAS REGLAS, que son muchas y en caso de seguirlas te harán muy infeliz así que no lo recomiendo ni bajo dieta y con el único fin de protegerte (hasta cierto punto claro) únicamente revelaré la primera de una larga, larga, larguísima lista. 
Regla número 1: Si una persona no tiene la capacidad de mantener una conversación continua por 10 minutos nunca la tendrá; como seres sociales tenemos la tendencia a idealizar aquello que nos gusta, es por ello que usualmente en una pareja una(o) guapa(o) y el otro(a) inteligente. 
Cerremos este paréntesis que ya nos tomó bastante y volvamos a la historia que dejamos en pausa.
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Fin del capítulo 2

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