Y entre las uñas sentí la sangre
que manaba de su carne.
El palpitar de sus venas
mientras arrancaba de su cuerpo mi cena.
Le saqué los ojos y corté su lengua
disfruté con mi cuchillo separar sus piernas.
Las costillas crujieron cuando las trocé con las tenazas
me aseguré de dejar las visceras intactas.
Y así, se desangró lentamente
mientras en mi cabeza, me reía frenéticamente.
Un carnicero a una vaca.
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