sábado, 9 de febrero de 2013
Train Man, Capítulo 2
Un tumulto, ruidos, una sonrisa, un aliento. Recuerdos de la infancia que se van desvaneciendo. A menudo me pregunto qué será el pensamiento de los mortales cuando nos alcanza el cese de la existencia, me pregunto si el último suspiro significa descanso o resignación, supongo que no lo sabré hasta el día que finalmente me retire de la partida cósmica que es éste mundo.
Me llamaré X, por una simple cuestión de que mi nombre no es importante, pero luego, ¿qué nombre es realmente importante en ésta vida? Los hombres "ilustres" de los tiempos antiguos son recordados como héroes por hazañas que hoy día serían consideradas brutalidades fatales para la humanidad, los científicos de antaño hoy son superados en cualquier laboratorio cada día.
Soy un científico, pero no en el sentido estricto de la palabra, trabajo en una institución que tiene el fin de ayudar a la humanidad en lugar de sólo producir más desechos que eventualmente nos terminarán por consumir y costarnos el planeta en el que vivimos. Mi tarea desde hace un tiempo ha sido el tema que traté hace ya años en mi tesis profesional, la celda solar definitiva.
El sol, la fuente de poder más grande que tenemos a nuestro alcance y sin embargo completamente desaprovechada por la incapacidad humana para entender el potencial de tan inmensa batería inagotable. Si pudiéramos procesar todos los rayos solares que caen en un metro cuadrado de tierra durante un minuto, podríamos alimentar una ciudad completa; esa es mi misión.
Trabajo con colegas, nos hemos acercado a lo que buscamos pero aún no hemos podido encontrar un elemento que nos permita aprovechar el poder de la radiación solar en su totalidad, desafortunadamente todos nuestros intentos han generado componentes altamente radioactivos y eso supone un peligro para la sociedad. Sin embargo, día con día nos acercamos un poco más al objetivo.
Siempre he pensado que puedes saber todo de una persona por lo ojos, alguna vez leí que los ojos son las ventanas del alma para los seres humanos y desde entonces aprendí a leer los ojos de las personas para conocerlos antes de que digan una sola palabra. Mi colega, el Dr. Z, porque su nombre también carece de importancia) tiene ojos de esperanza; he conocido muy pocas personas como el Dr. Z, la verdadera pasión de dichas personas es ayudar a la gente y tratar de mejorar el mundo, aunque por regla general las personas tratan de mejorar el mundo con fines egoístas, hay aquellos que buscan salvar al mundo no para ellos, sino para las generaciones venideras y el resto del planeta, el Dr. X es de aquellas personas.
Tengo un diseño de la celda solar, hoy será el tercer día que dedicaremos al armado, sin embargo mi cabeza está en otro sitió muy lejos de aquí, aún puedo recordar vívidamente mi experiencia en el tren, aún puedo sentir la sangre meterse entre mis dedos y sentir el olor de la pólvora meterse hasta mi garganta. Aún no logro comprender lo que sucedió, ¿qué era mi objetivo en ese lugar? ¿Acaso debía aprender algo? O más bien era meramente informativo. Claro siempre está la posibilidad de que me esté volviendo loco por la presión o que todo sea un vulgar broma cósmica en la que casualmente quedé inmerso en algún punto.
La respiración del Dr. Z es agitada, puedo ver la emoción en sus ojos por las pruebas del día de hoy. Puedo entenderlo pero no comparto su emoción, es mi tercer prototipo y cada vez ha sido un fracaso, así que ahora simplemente hago las pruebas sin emoción... con esperanza pero sin emoción.
Un rayo de sol ilumina la sala y vemos el voltímetro espectantes de lo que sucederá, levanta la aguja lentamente, pero apenas en un 80% más eficiente que las celdas solares actuales, para nuestro objetivo necesitamos que alcance un 2400% más de eficiencia, el sonríe por el éxito obtenido, nos felicitamos mutuamente, pero internamente yo se que un fracaso más para anotarme a la lista.
Cuando escribí mi trabajo de carrera creí que salvaría al mundo con mis teorías, que una vez que saliera de la universidad me dedicaría a investigar y en poco tiempo lograría lo propuesto en un escrito, qué equivocado estaba.
Salí de las instalaciones de alta seguridad del laboratorio, respiré el aire de la noche y dejé que inundara mis pulmones tratando de llenar hasta el último de mis alveolos y me puse en marcha hacia la estación del subterráneo.
Al llegar al descenso para ingresar de pronto sentí que estaba entrando a una cueva llena de leones come hombres, el aire a mi alrededor se hizo pesado y noté como se viciaba con la exhalaciones de miles de personas más a mi alrededor. Finalmente junté valor y comencé a descender los escalones que me llevarían hacia los túneles que se movían por toda la ciudad.
Abordé el vagón como siempre lo había hecho, noté de nuevo a las personas, una pareja que se demostraba sus afectos con tantos besos que sus labios ya debían estar agrietados, escuché detrás de mi la respiración agitada de un viejo perdido en sus cavilaciones seguramente de una vida anterior a su actual estado. Un ciego palpaba torpemente los tubos del pasillo tratando de abrirse paso hacia una de las salidas.
Y después pasó, me percaté muy claramente de mi respiración, era agitada y mi corazón latía rápidamente como si hubiera corrido un maratón; las paredes se comenzaron a sentir más pequeñas como si estuviera en una caja de cuatro paredes comprimida por un contenedor de basura. Me tambalee un poco y cerré los ojos para tratar de aclara mi mente y tomar aire.
Al abrir los ojos, estaba de nuevo solo en el vagón, ¿o lo estaba? Al final alcanzaba a distinguir una leve silueta que parecía femenina, me acerqué y noté que estaba inconsciente con la cabeza contra una de las puertas, traté de despertarla un par de veces sin éxito y de pronto escuché una voz detrás de mi que decía "Señorita... señorita... es la última estación". La mujer abrió los ojos lentamente, eran de un color gris intenso y su vestimenta parecía de los años veinte sin embargo traía un aparato en la muñeca que no lograba reconocer, se acercó a la puerta ya abierta y noté que no alcanzaba a distinguir nada fuera, era como un abismo negro más allá de los marcos.
Salió del vagón y a pesar de no tener idea de lo que estaba más allá de la puerta podía escuchar voces del otro lado, más o menos así "hola Mildred, ¿lista para limpiar las calles un día más? Me quedé frío un momento se me nubló de nuevo la vista y me tallé los ojos tratando de recuperar mi visión, al abrirlos estaba en mi estación destino con toda la gente a mi alrededor como siempre, caminé y noté que mis manos temblaban fuera de control, traté de calmarme un poco, pero aquello había sido demasiado... Mildred era el nombre de mi hija.
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